Tras la renuncia de Benedicto XVI, el argentino Jorge Mario Bergoglio fue elegido como el Papa número 266 de la Iglesia Católica. El 13 de marzo de 2013, una fumata blanca anunció al mundo que el Trono de San Pedro tenía un nuevo ocupante.
Desde el balcón central del Vaticano, el nuevo pontífice saludó con afecto y sorprendió con una elección que marcaría su legado: se llamaría Francisco.
El Vaticano confirmó que eligió ese nombre en honor a San Francisco de Asís, venerado por su sencillez y su dedicación a los más pobres. Ese gesto no solo fue simbólico, sino una declaración del tipo de Papa que sería: cercano, humilde y comprometido con los marginados.
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